FIRMAS: Federico Jiménez Losantos, Arcadi Espada, Erasmo, Martin Prieto, Pedro G. Cuartango, Javier Redondo, Vox Populi
COMENTARIOS LIBERALES
FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS
Tarradellas y Madrid
Esperanza Aguirre ha tenido la felicísima idea de crear en Madrid un colegio público bilingüe, en catalán y español, para los padres que así lo soliciten. Y si es que hay quien lo solicita, claro. Predicarán así con el ejemplo a Montilla y demás gentecilla, que han resucitado las leyes y costumbres del peor franquismo para combatir la realidad bilingüe de Cataluña. Eso de combatir la realidad puede parecer una tarea infinita y absurda, pero no lo es cuando se carece de otro proyecto que el del alcance y disfrute exclusivo del poder y de otro mecanismo de convicción que el aplastamiento de quien piensa distinto o habla en lo que no debe cuando no le toca. Franco, apenas terminada la guerra, dijo que en privado los catalanes podían seguir utilizando la lengua vernácula, pero en lo político se impuso el sector que eliminó el catalán del ámbito público. Ridruejo, que dirigía la propaganda del bando nacional, se quedó con sus octavillas y pasquines en los dos idiomas para saludar a la población barcelonesa al entrar las tropas nacionales, con Yagüe y el Tercio de Montserrat, los voluntarios catalanes, al frente. A lo que no llegó ni el sector más radical de los catalanes franquistas, que eran los que mandaban, fue a prohibir que los profesores y los padres pudieran hablar en catalán por los pasillos de las escuelas. Ese privilegio lengüicida se lo reservaban el pujolismo tardío y la jauría montillesca, que además, no tuvieron que ganar una guerra. Les basta con prohibir la verdad, para lo cual empezaron por proscribir la libertad. Tarradellas, como he contado en La ciudad que fue, anunció que Pujol impondría una «dictadura blanca». Y vaya si conocía bien al personaje y al proyecto separatista que encarnaba.
Pero mientras estuvo en el poder, lo que él puso en marcha con la colaboración del Gobierno de UCD, fue un modelo realmente bilingüe para la Cataluña bilingüe real, para defender la libertad de la gente y también el prestigio cosmopolita de una Cataluña que entonces atraía y ahora repele. Nadie quiere que a sus hijos les laven el cerebro los comisarios montillescos, así que evitan escolarizarlos en catalán, pero no por el idioma, sino porque no aprenden a hablar en una lengua sino a callar en todas. En Madrid, pues, podrán refugiarse los grandes filólogos catalanes que abominan de la inquisición y el atropello que los nacionalistas zurupetos del PSC imponen a golpe de multa en aquella comunidad. En Madrid podrán aprender castellano, amén de catalán, las criaturas de Durán i Lleida. En Madrid podrá incluso alfabetizarse el sector adoquín de la Esquerra Republicana, cuyos miembros parecen incapaces de respirar y hablar al mismo tiempo. En Madrid, en fin, se honrará a un gran catalán y gran español, Josep Tarradellas, cuyo legado de libertad y lealtad, proscrito en Barcelona, sigue vivo en la capital. De España.
ZOOMARCADI ESPADA
Excremental
España tiene una cifra muy alta de presos (149) por cada 100.000 habitantes. En 1990 el número total de presos alcanzaba los 33.000 y hoy es el doble. En los últimos cinco años los presos por homicidio han aumentado en Cataluña un 84%. Ninguna de estas cifras puede explicarse sin esta última: el 33% de los presos son extranjeros (un 40% en Cataluña). Y tampoco sin ésta: la cifra total de extranjeros se sitúa en torno al 10% de la población residente. Los números son algo incómodos para el que piensa que la libertad de asentamiento es uno de los derechos del hombre y los aprovechan frecuentemente los interesados en restringir ese derecho. También son números que los gobiernos genéricamente progresistas tratan de ocultar o al menos de velar, para no criminalizar (así conjugan) a los colectivos, que no son responsables de las vidas que desarrollen algunos de sus individuos. Es un argumento cargado de buena fe, pero que se hace cada vez más inútil: el extranjero forma parte creciente del paisaje español y criminalizar al colectivo sería poner bajo sospecha a esos autóctonos que, ¡vaya por Dios!, siguen ocupando el primer lugar de la tabla. A pesar de su atraso secular los españoles ya distinguen perfectamente entre un extranjero y un extranjero criminal, y estas ultraprotecciones de los gobiernos paternalistas rozan la humillación.
Las cifras sobre criminalidad y extranjería deben ser simplemente encaradas. Y para empezar deben asociarse con otras que tienen asimismo un gran interés didáctico. Por ejemplo: el número de extranjeros en relación al excremento autóctono, y que me perdone Dios. La relación del extranjero con el excremento debería ser materia urgente de tesis doctorales. Las tesis, sólo es una sugerencia, podrían atender a las variedades del excremento: limpieza de culos, limpieza de suelos, calles y plazas, taxonomía de basuras... El excremento, como ya supo ver Dalí, es una fuente ética y estética de un interés máximo, y que requiere una especialización obstinada. Yo, en la misma línea paranoico-crítica, quiero saber cuánto antes el porcentaje de extranjeros y de autóctonos en relación al hecho excremental.
No es justo ni razonable hacer desaparecer aquellos datos que nos perturban. Ni envilecerse con ellos, euforizándolos al final del mitin, que es otra forma canalla de borrarlos. Las clases medias europeas no soportarían sin un gravísimo trauma escatológico (es decir, propio de la ultratumba) que los autóctonos (y sobre todo las autóctonas) se pusieran de nuevo a manipular los excrementos. Los extranjeros limpian y delinquen. Paulatinamente van sustituyendo al autóctono en el wáter y en la cárcel. Para el autóctono debería ser una celebración. Hay, sin embargo, autóctonos tan xenófobos (de uno y otro lado de la calle) que hasta en la cárcel quisieran tener de los nuestros. El wáter, sin embargo, lo reivindican poco.
(Coda: «Toda realidad que se ignora prepara su venganza». José Ortega y Gasset)
BAJO EL VOLCANMARTIN PRIETO
El abrazo del sapo
En Rascafría (Madrid) se ha inaugurado un centro biológico para salvar de su extinción al sapo partero atacado por un hongo que le devora la piel. Al tiempo, el musicólogo José Luis Pérez de Arteaga publica la biografía del compositor Gustav Mahler. Los lazos entre ambos hechos fueron anudados a su tiempo por Arthur Köelster en una de sus obras menos conocidas: El abrazo del sapo. Köelster se suicidaría con su mujer, tal como otras parejas como Pau Lafarge y Laura Marx o Stefan Zweig y su joven esposa, ricos, famosos y en una ciudad como Río de Janeiro que no invita precisamente a despenarse.
Alguna vez comenté con Alfonso Guerra las maldades de Alma Mahler, aunque puso el nombre a su hija. Alma era una mantis religiosa que fue comiendo cabezas de macho mientras les impelía a llevar hasta el límite sus talentos. Casada con Mahler, fue amante del arquitecto Walter Gropius, del pintor y dramaturgo Oskar Kokoschka, celebridades mundiales, a más de aventuras con hombres menos conocidos. Su salón de recibir estaba trufado de cuadros, bocetos, textos, partituras, en un exhibicionismo obsceno de los logros que obtenía de sus amantes. Según Pérez de Arteaga, el circo sentimental no afectó a Mahler, aunque murió a los 50 años.
Otra de las víctimas de Alma fue un biólogo austriaco, Kamerer, que estaba trabajando sobre batracios, en especial el sapo partero de los humedales. Como un comadrón este sapo abraza por detrás en la puesta de la hembra y va tirando de los racimos de huevas para depositarlas en el fango del fondo. En un ambiente acuático resbalaría, pero la naturaleza le ha dotado de asperezas en los dedos: «Las rugosidades nupciales». Kamerer, azuzado por Alma, pasó generaciones de sapos terreros a bañaderos, en un trabajo de observación de años, hasta que comunicó a la sociedad científica que sus especímenes terrestres habían mutado al cambiárseles de hábitat y habían desarrollado rugosidades nupciales.
De la importancia de la noticia da fe que Lenin envió emisarios a comprobarlo y una oferta a Kamerer para continuar sus experimentos en Moscú. Examinadas muchas pruebas en Londres, en Viena, en Berlín, se descubrió que las rugosidades eran implantes y era Kamerer un artista con el bisturí y el microscopio, además de un farsante. De haber tenido razón Kamerer, sería cierto que el hombre comunista podría existir en un futuro en el que hubiera desaparecido el lucro, la propiedad, el egoísmo, en otra mutación como la de nuestro sapo partero. ¿Qué motivó a Kamerer a llevar experimentos falsarios y convertirse en el Frankenstein de los batracios? Sólo una locura de amor por la pérfida Alma y una sujección perruna a sus ínfulas y deseos de esplendor puede explicarlo.
Kamerer se disolvió entre chanzas y desprecios, privándosele del crédito científico que tenía. Hoy, el sapo partero estaba tan olvidado que ha estado a punto de desaparecer en los humedales aledaños a Madrid...
ERASMOStradivarius
A Eugenio Trías, su indagación esclarecida en torno al contrapunto. La mano blanca, invisible, de Doña Sofía: aquel Antonio, artesano sublime, que fue genio que descubrió las savias enigmáticas del arce, los barnices misteriosos, acaso el poderoso influjo de la luna (llena) que secaba la fibra del álamo sediento. Así rescató el sonido de los cielos en sus violas y violines. Borodin, Tchaikoski. Mientras, afuera, un allegro nada moderato de risotadas y rebuznos
TIEMPO RECOBRADO
PEDRO G. CUARTANGO
El enigma Sarkozy
¿Puede la literatura capturar el sentido de una vida o el empeño está condenado de antemano al fracaso porque la existencia es algo indefinible con palabras?
La lectura del fascinante libro de Yasmina Reza sobre Nicolas Sarkozy nos plantea en última instancia esta gran pregunta que ha atormentado a los grandes escritores.
«El hombre sólo es un sueño, una ilusión», apunta la autora en las primeras líneas de este trabajo, elaborado tras un año de estrecho seguimiento del presidente francés, al que acompañó durante su campaña electoral.
El alba la tarde o la noche es un libro de fragmentos, tejido de impresiones y apuntes inconexos que cobran sentido en la lejanía como los árboles que dibujan un bosque. ¿Quién es Nicolas Sarkozy, esa figura casi familiar que aparece todos los días en las páginas de los periódicos y las pantallas de televisión?
Reza, no da una respuesta, sugiere. Bosqueja a un personaje perpetuamente impaciente, hiperactivo, exigente, siempre en pos de una ambición que va más allá del presente. «Me encanta hacer algo», le confiesa Sarkozy a la escritora, a la que define «la inmovilidad» como la muerte.
No hace falta leer este libro para comprender que Sarkozy es un hombre con un ego desmesurado y un ansia de protagonismo que supera notablemente la media del común de los mortales.
Pero eso es lo de menos. Lo esencial es qué hay detrás de esa incandescencia, de ese frenesí que le obliga a ir cada día más deprisa, de esa agitación que deja traslucir en el movimiento incontrolado de sus piernas.
Podría ser que Sarkozy fuera un triunfador que sueña cada noche con la derrota, con el fracaso, con los fantasmas de una adolescencia de frustraciones y carencias. De ahí su imposibilidad de estar solo, que confiesa a Reza.
Para compensar esa herida primigenia, Sarkozy necesita tal vez hacerse querer por todo el mundo, aparecer como un estadista, rodeado de glamour y bellas mujeres como Carla Bruni.
Sarkozy ha encontrado en la política lo que no ha logrado en la vida personal y, por eso, me parece un hombre peligroso, con un fondo oscuro que es común en algunos líderes políticos. Ese desequilibrio entre lo público y lo privado hace del presidente francés un ser imprevisible, que puede arrojar una bomba atómica -es una metáfora- para seducir a una joven que ha conocido en la calle.
«Ni siquiera es seguro que haya nada», escribe Yasmina Reza sobre este personaje que se difumina en la corta distancia como la niebla de la mañana.
Sí, hay algo: la máscara y también, el enigma.
TRIBUNA LIBRE
JAVIER REDONDO
La videopolítica contra la razón democrática
A menudo, las respuestas a muchas cuestiones que plantea la actualidad se encuentran o bien en los clásicos o bien en la etimología. Aprendimos en el bachiller que Aristóteles clasificó los regímenes políticos en tres tipos (aunque identificó, según el tiempo y el lugar, diversos subtipos): monarquía, aristocracia y politeia (república). Cada uno de los cuales presenta a su vez un modelo degenerado de sí mismo: tiranía, oligarquía y demagogia (democracia, propiamente, en el lenguaje aristotélico).
La demagogia es pues la desviación indeseable de la democracia. De modo que uno de los mayores riesgos que corren las sociedades que le otorgan el poder al pueblo es que éste se entregue, en cuerpo y alma, a sus halagadores. Porque un demagogo no es más que un adulador del pueblo. En su origen, fue una institución instaurada por la democracia ateniense, en tiempos de Pericles, que se ocupaba de guiar al demos. Para guiarlo hay que comprenderlo y hacerse comprender. Y para ello hay que emplear su mismo lenguaje y adoptar las formas que éste le requiera. El director debe ser aceptado y valorado por su doble y compatible condición de líder y de igual. El demagogo es, al fin y al cabo, un estratega.
Hoy sabemos que la demagogia es una forma de gobernar que tiene como principal objetivo agradar al pueblo para obtener el máximo provecho y beneficio político. No se trata tanto de dirigirlo como de lisonjearlo. La demagogia adquiere diversas formas, entre ellas, la práctica mediante la cual se ofrecen soluciones simples a problemas complejos; consiste pues en una simplificación de la realidad con el objetivo de reducirla más que de hacerla comprensible.
El demagogo suele servirse de la falacia, los clichés y los estereotipos, pero también puede emplear otras técnicas de persuasión y seducción. No todo mecanismo de persuasión es propiamente demagógico, pero, igual que en el resto de órdenes sociales priman los criterios estéticos, la democracia reducida a espectáculo concede demasiada ventaja a los seductores mediáticos. Al final, en tiempos de primacía de la política visual o estética, el demagogo y el seductor mediático comparten muchos atributos. En los días que corren, la política es más una cuestión de apariencia, de look, que de gestión. Una inercia paralela lleva a equipar al intelectual con el artista -cuya cualidad es ser una cara conocida- y, en última instancia, a éste con el provocador -cuya cualidad es su audiencia-.
La democracia, por tanto, degenera en cuanto que sus dirigentes se despreocupan de cumplir la función esencial de gobernar (administrar la cosa pública buscando el bien común) y se centran en otra puramente instrumental, la de la supervivencia política. Para asegurarla despliegan sus habilidades persuasivas, basadas, la mayoría de las veces, y he aquí la raíz del mal, en el desprecio al demos y lo que éste representa: el origen de la soberanía. La democracia degenera cuando sus dirigentes prefieren sumar que ilustrar. De tal forma que quien recurre a las más elementales técnicas de persuasión para ganarse el favor del pueblo pervierten la democracia al convertirlo en un régimen anti-ilustrado.
La Ilustración llamaba al atrevimiento: aude sapere, le decía al vulgo. Atrévete a saber, a pensar por ti mismo. Los ilustrados pretenden arrojar luz sobre el entendimiento. Los anti-ilustrados pretenden provocar el apagón del entendimiento, persiguen el adoctrinamiento, la anestesia del conocimiento. Los individuos adoctrinados han cedido gran parte de su voluntad de acceder al logos. Por eso, cuando se impone una política basada en lo visual y en lo espectacular -o lo que es lo mismo, en la simplificación y la escenificación-, son presas extremadamente fáciles del seductor mediático. También lo son aquellos que por otras razones no han desarrollado su capacidad de entendimiento. Para todos ellos, la representación visual de los conceptos es suficiente para definirlos.
La anti-Ilustración no quiere hombres, quiere masa, y ésta, según Ortega, no busca el gobierno de los mejores: «Las épocas de decadencia son las épocas en las que la minoría directora de un pueblo ha perdido sus cualidades de excelencia, aquellas precisamente que ocasionaron su elevación». Es decir, la masa elige pero no selecciona. Esta es la crítica nuclear que los elitistas le hacen a la democracia de masas.
Resulta extremadamente curioso, por no decir aterrador, que el mejor político pueda no ser el mejor gobernante. Las cualidades que atesora el buen político le conducen al Gobierno. Sin embargo, el estadista tiene difícil llegar a gobernar si no pasa por desplegar habilidades puramente políticas. Eso sí, a su favor juega el tiempo que el político permanezca en el poder. Por eso, quien aspira a estadista y no a político debe exprimir sus virtudes pedagógicas incluso por encima de las propiamente políticas. La pedagogía política es sin duda una de las formas más estimulantes de ejercer el poder -no me resisto a recordar a Julio Anguita, quizás quien mejor ha entendido la función pedagógica de la política en España en los últimos años-.
Frente al pedagogo político se sitúa de nuevo el seductor mediático, que tiene una concepción de la política basada en la química, en el feeling. Con su habilidad para transmitir optimismo y buen rollo traspasa las fronteras de la racionalidad. Al hilo de esto, viene al caso un anuncio de televisión de sobra conocido: una entidad financiera recurre a una melodía -popularizada a finales de los 70, cuando el club de fútbol inglés Nottingham Forest conoció su época dorada- que despierta el espíritu de equipo así como las ganas de sumarse a un proyecto ganador para evitar el aislamiento: «We've got the whole world in our hands». Tenemos el mundo en nuestras manos. Y viene a decir: «Si no lo quieres, tienes un problema, el raro eres tú».
Nadie niega que la política, en cuanto cuestión de valores, tiene una sana carga emotiva, lo criticable es que suspenda por completo cualquier intención argumentativa. La videopolítica, o sea, la emisión de vídeos de bajo contenido informativo y elevado contenido pasional, la elimina de raíz. Y no porque resucite la propaganda o multiplique la demagogia, ambas cosas son inherentes a la democracia -pues requiere de persuasión- sino porque posee el arrollador estimulante de la imagen en una sociedad que vive deprisa y cuyos ciudadanos no malgastan su tiempo en preocuparse por los problemas de la polis (eficacia y brevedad son dos valores esenciales del mensaje publicitario). Además porque se acopla perfectamente al medio de difusión, internet, donde el individuo apresurado busca su propia inyección de pseudoinformación.
La videopolítica es sólo una forma avanzada de propaganda incrustada en una nueva concepción de la política: la democracia mediática, en la que prima la política espectáculo y eleva a categoría de líder-conductor al seductor mediático. Las habilidades comunicativas, la telegenia, se impone sobre los atributos clásicos que debe poseer el gobernante -sentido de Estado, competencia y rectitud moral-. Adviene así una nueva forma de moral política: la moral mediática, indisociable de la moral estética. Véase una película espantosamente traducida, El hombre del año, en la que Tim Robbins, un brillante y agudo comunicador que despelleja a los políticos, critica al establishment y conecta con el pueblo, que le pide que depure el sistema (piénsese, por ejemplo, en Buenafuente), llega a la Presidencia de EEUU. Finalmente admite el choque de roles.
La videopolítica tiende a extenderse a medida que crece la influencia de internet en la era del marketing. Bien es cierto que su impacto está todavía supeditado a la difusión que de estos vídeos hagan los medios de comunicación tradicionales; y también que están concebidos para solaz de los militantes y simpatizantes y ocupar por sólo unos instantes la escena mediática; sin embargo, más allá de los vídeos en clave positiva, que no pasan de ser un agradable paseo por todos los lugares comunes conocidos, proliferan otros que ponen los pelos de punta, sobre todo porque muchos de ellos están editados por partidos políticos. Uno de los más agrestes lo emitió el PSOE durante la campaña de las municipales del año pasado. Así es la derecha, se titula. No cabe la razón, sólo la pulsión.
En suma, la videopolítica no es más que la política reducida al poder emotivo de la imagen, la marginación del logos. El advenimiento de lo que Sartori denomina el homo videns frente al yaciente homo sapiens. La imagen estimula las emociones pero anula la razón y sustituye al argumento. La imagen -continente- entendida como contenido, no como mero apoyo -envoltorio- del contenido. Lo anticipó Platón: la representación de la realidad figura como realidad.
Los conceptos más fáciles de definir son aquellos que se refieren a objetos concretos, los más difíciles los que se refieren a ideas abstractas. Pues bien, la videopolítica facilita el trabajo del homo videns para evitar la fatiga de sus meninges -también para evitar su estímulo neuronal- porque permite al político, con mucha mayor facilidad que en tiempos de auge de los totalitarismos, expresar ideas abstractas sin obligarle a definirlas; sin dotarlas de un significado que pueda expresarse con palabras. Un gesto es suficiente.
La videopolítica permite ver, percibir, identificar y, sobre todo, asociar cualquier concepto: honestidad, solidaridad, modernidad, progreso, eficacia, verdad... Pero no es competencia del emisor explicar y justificar argumentalmente las bases de tales asociaciones, de modo que los torna en artificios. Asimismo, exime al seductor mediático de la obligación de aclarar el sentido de las ideas que expresa. Además, convierte al candidato-seductor en un decálogo de principios en sí mismo, en una garantía. «Estoy con Zapatero», sin más, porque damos por supuesto lo que todo ello significa, incluido el valor añadido que representa quienes le apoyan.
Es normal que en campaña electoral los partidos y los candidatos desplieguen todo su arsenal persuasivo para recaudar capital político en forma de votos. Por eso, pese a lo que digan los teóricos de la democracia participativa o los protectores del oráculo, la participación no puede estar ligada a la democracia mientras no se multipliquen los esfuerzos por divulgar el conocimiento, por hacer pedagogía política. Pues, en definitiva, quien hace uso inmisericorde de los atributos de la videopolítica demuestra no creer en la democracia como régimen de discusión, anticipo de la formación de un régimen de opinión. Además, le niega a los ciudadanos lo que Zeus les concedía: la virtud política. El individuo, según esta concepción de la política, carece de virtud y de juicio para entenderla y tomar parte de ella; simplemente vota.
Javier Redondo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid.
VOX POPULIIÑAKI ARTETA
El cineasta reclama más sentido crítico a los artistas. El director de cine vasco, autor de Trece entre mil, un estremecedor testimonio sobre las víctimas de ETA, pidió ayer a los artistas de la Plataforma de Apoyo a Zapatero más «sentido crítico» con el presidente y un mayor respaldo a quienes lu-chan por la libertad en el País Vasco.
KEVIN RUDD
Pedirá perdón oficialmente a los aborígenes australianos. El primer ministro australiano mostrará hoy sus disculpas a los indígenas de su país por los excesos cometidos con ellos por los blancos. En el siglo pasado, más de 100.000 niños y jóvenes aborígenes fueron separados por la fuerza de sus familias para ser «civilizados».
MIKE LEIGH
Elogio del optimismo sin caer en la cursilería. El director británico sorprendió ayer positivamente a la crítica y el público de la Berlinale con una pe-lícula sobre la felicidad. Happy-Go-Lucky es una obra elegante, muy bien interpretada, que ensalza el op-timismo sin caer en la cursilería y tiene es-cenas memorables.
CARMEN CAFFAREL
'Cervantestv.es' un canal para aprender español. El Instituto Cer-vantes que ella dirige puso ayer en marcha cervantestv.es, el primer canal cultural de televisión en español con cobertura en los cinco continentes por internet. Es una iniciativa que pretende «fa-vorecer el aprendizaje del español en el mun-do», según Caffarel.
GIMENEZ BARRIOCANAL
Ofrece con orgullo las cuentas de la Iglesia. El gerente del episcopado y catedrático de Contabilidad expuso ayer las cuentas de la Iglesia española. Por los 150 millones de euros que ésta recibe a través del IRPF, le ahorra al Estado 3.983 euros en Educación. Y sólo Cáritas dedicó 184 millones a los pobres en 2007.
J. M. CALDERON
Récord personal de puntos en la NBA. El base extremeño acaba de firmar el mejor registro anotador desde su llegada a la NBA. Logró 27 pun-tos para los Raptors en su partido frente a los Spurs de San Antonio. Además, su-mó seis asistencias y tres rebotes. Pese a su gran actuación, perdió su equipo.
Etiquetas: Firmas
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